Para llevar a cabo una buena entrevista tenemos que pensar que la mejor opción es prepararla.
Dos planos deben distinguirse en esta preparación: el SABER HACER y el SABER SER.
El primero, refiere a la competencia del investigador, quien debe haber adquirido conocimientos suficientes para situar los hechos referidos, detectar su importancia y responder a las demandas de precisión del entrevistado. Además, está obligado a determinar el nivel de profundidad del intercambio, así como la importancia de los hechos y de las actitudes.
En tanto que el segundo, concierne a la capacidad del investigador para mantener la atención y el interés; guardar neutralidad y apertura intelectual para captar la información, así como tener ciertas aptitudes para realizar la entrevista.
En relación a éstas, Mayer y Ouellet (1991) mencionan las siguientes:
• Inspirar confianza.
• Suscitar y mantener el interés.
• Escuchar y no intervenir, excepto en los momentos propicios.
• Reducir las distancias que pueden crear las diferencias de status social de cultura ente él y su interlocutor.
• Reducir las barreras psicológicas reconociendo y dándole la vuelta a los mecanismos psicológicos utilizados (huida, racionalización, esconderse, etc.)
• Aprovechar el campo de conocimientos del informador y explotarlos.
• Aprovechar el campo de conocimientos del informador y explotarlos.
Además de las aptitudes, otros autores, como Tremblay (1968), han insistido en la importancia de las actitudes. He aquí algunas de ellas:
• Apertura de espíritu: dejar libre curso al verbo del informador
• La empatía: escuchar lo que dice el informador comprendiendo su punto de vista.
• La aceptación incondicional: estar disponible a la persona interrogada e interesarse por lo que dice.
• La actitud no directiva: no hacer intervenciones que tiendan a modificar de alguna manera lo que es dicho por el interrogado o lo que hace durante la entrevista.
• El rechazo de considerar toda respuesta como definitiva: examinar de manera crítica las informaciones obtenidas.
• El silencio cuando el interlocutor habla: evitar de emitir su propia opinión o apreciación de hechos antes que el interrogado haya respondido a las cuestiones.
• La ayuda al interrogado: no se deben reforzar las respuestas ni tampoco empujarlas hacia prejuicios, informaciones recibidas de otros.
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