Hoy, 10 de Octubre de 2011, es el Día Mundial de la Salud Mental y tiene por objeto sensibilizar a la población acerca de los problemas de salud mental.
Su celebración contribuye a fomentar un debate más abierto sobre los trastornos mentales y a promover la inversión en servicios de prevención, sensibilización y tratamiento.
El lema de este año es “Invirtamos en salud mental”. Los recursos económicos y humanos que se asignan a la salud mental son insuficientes, en especial en los países con recursos escasos. La mayoría de los países de ingresos bajos y medios dedican menos del dos por ciento de su presupuesto sanitario a la salud mental.
Uno de cada cuatro ciudadanos de la Unión Europea ha padecido alguna enfermedad mental a lo largo de su vida, y en el mundo se estima que 450 millones de personas sufren trastornos mentales, neurológicos u otro tipo de problemas relacionados con el abuso de alcohol y drogas. Algunas de las enfermedades mentales más comunes son la esquizofrenia, Alzheimer, epilepsia, alcoholismo, depresión, entre otras.
En España el 9% de la población padece al menos un trastorno mental en la actualidad y algo más del 15% lo padecerá a lo largo de su vida, excluyendo los trastornos causados por el uso indebido de sustancias.
Son cifras pertenecientes a una enfermedad que es común en todos los países del mundo que ocasiona un gran sufrimiento, dificultan la capacidad de aprendizaje de los niños e interfieren significativamente en la vida de las personas que la padecen.
Los trastornos mentales, en conjunto, constituyen la causa más frecuente de carga de enfermedad en Europa, por delante de las enfermedades cardiovasculares y del cáncer; y se considera que su impacto en la calidad de vida es superior al de las enfermedades crónicas, con lo que se puede afirmar que sin salud mental no hay salud.
Además, tenemos que tener muy presente que no solo el que padece la enfermedad es el que sufre las consecuencias, sus familiares sufren igualmente los efectos de estas patologías.
Hay que aumentar la inversión en salud mental y dirigir los recursos disponibles hacia servicios más eficaces y humanitarios.
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